viernes, 4 de julio de 2025

Neuroplasticidad: cómo cambia tu cerebro todos los días


Neuroplasticidad: cómo cambia tu cerebro todos los días

En clase de neuropsicología, una frase se nos quedó grabada: “el cerebro cambia, siempre”. Lo dijo la profesora con tanta convicción que más de uno anotó esas palabras en mayúscula. No era solo una idea bonita, era el punto de partida de uno de los conceptos más poderosos y esperanzadores que hemos aprendido: la neuroplasticidad. Y no, no es un término reservado para los neurocientíficos de bata blanca. Todos deberíamos conocerlo y entender que no somos estructuras fijas, sino cerebros en construcción constante.

¿Qué es la neuroplasticidad?

La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para reorganizarse, formar nuevas conexiones neuronales y fortalecer circuitos ya existentes, en respuesta a la experiencia, el aprendizaje o incluso al daño cerebral. Durante décadas, la ciencia creía que el cerebro solo podía cambiar durante la infancia. Después de cierta edad, se pensaba que el desarrollo se detenía y que los adultos quedaban “bloqueados” en sus formas de pensar, sentir y actuar. Pero gracias a avances en neurociencia y observaciones clínicas, hoy sabemos que el cerebro puede cambiar durante toda la vida, incluso en la vejez.

Mientras estudiaba para un parcial de la materia, encontré una frase del neurólogo Donald Hebb que decía: “Las neuronas que se activan juntas, se conectan entre sí”. Esa simple idea explica gran parte del fenómeno: cuanto más usamos un circuito neuronal, más fuerte se vuelve. Así como los músculos se desarrollan con el ejercicio, las rutas neuronales también se fortalecen con la práctica. En ese momento entendí por qué repetir una conducta, incluso si no es saludable, puede volverla casi automática... pero también por qué es posible deshacer ese patrón.

¿Cómo ocurre la neuroplasticidad?

La neuroplasticidad puede activarse de muchas formas. Cuando aprendemos algo nuevo, como un idioma, un instrumento musical o una habilidad práctica, el cerebro establece nuevas conexiones sinápticas. Repetir una conducta muchas veces también fortalece ciertas rutas, convirtiéndola en un hábito difícil de romper, para bien o para mal. Después de una lesión cerebral, como un accidente cerebrovascular (ACV), otras regiones del cerebro pueden asumir funciones que antes estaban asignadas a la zona dañada, lo cual permite procesos de rehabilitación sorprendentes.

En clase vimos un video sobre pacientes que, después de un ACV, volvían a caminar o hablar tras meses de terapia intensiva. Muchos de nosotros nos quedamos impactados. En ese momento comprendimos que la plasticidad cerebral no era solo un concepto teórico, sino una realidad tangible con implicaciones enormes. También entendimos por qué la terapia psicológica tiene efectos reales en el cerebro. Intervenciones como la meditación, el mindfulness, o técnicas cognitivo-conductuales, no solo ayudan a pensar diferente: modifican activamente la estructura cerebral en áreas relacionadas con el autocontrol, la atención o el procesamiento emocional.

Ejemplos que lo demuestran

Un ejemplo clásico: si dejas de usar una mano durante semanas —como cuando alguien se fractura un brazo— el cerebro reduce la actividad en el área que controla ese movimiento. Cuando vuelves a usarla, esa región se reactiva. O si practicas meditación de forma regular, estudios han demostrado que aumentan las conexiones en la corteza prefrontal, asociada al control de impulsos y regulación emocional. También vimos casos en clase donde niños con dificultades de aprendizaje lograban progresos notables después de intervenciones estructuradas, lo que sugiere que el cerebro puede adaptarse incluso cuando no responde bien al principio.

Recuerdo una clase práctica donde analizamos un caso clínico de un adulto con depresión crónica. La profesora nos mostró cómo, a través de una intervención cognitivo-conductual, no solo cambiaron sus pensamientos automáticos, sino que también se evidenciaron cambios en su capacidad de respuesta emocional. Eso no lo explicamos solo con psicología: también hablamos de neuroplasticidad, porque cada nuevo pensamiento o acción repetida puede convertirse en una nueva conexión sináptica.

¿Por qué es importante?

Este concepto cambia por completo la forma en que entendemos la mente humana. Nos muestra que no estamos condenados a ser como somos hoy. Que podemos cambiar no solo conductas o pensamientos, sino también estructuras cerebrales profundas que sostienen esos patrones. Esto abre nuevas puertas en el tratamiento de trastornos mentales, la rehabilitación neurológica y la educación. También es una fuente de esperanza para personas que han vivido traumas, enfermedades o simplemente quieren mejorar su vida.

Cuando estaba preparando un resumen para el examen, subrayé una idea que parecía una obviedad, pero que me dio mucha fuerza: el cambio es difícil, pero no imposible… incluso para el cerebro. Esa es la esencia de la neuroplasticidad.

En psicología, ¿cómo se aplica?

En terapia psicológica, especialmente en enfoques como la terapia cognitivo-conductual, se parte de la idea de que al cambiar nuestros pensamientos, emociones y comportamientos, también estamos alterando los circuitos cerebrales que los sostienen. A esto se suman herramientas como la visualización, la exposición progresiva o los ejercicios de reestructuración cognitiva. Lo vimos en los textos de clase, pero también en ejercicios en los que modelamos cómo cambiar una creencia disfuncional paso a paso. Sabemos que la práctica constante de estas técnicas puede generar nuevas rutas neuronales más adaptativas.

Incluso en el contexto académico, cuando pasamos horas intentando memorizar conceptos o entender una teoría difícil, estamos ejerciendo nuestra plasticidad cerebral. Así que sí, estudiar para parciales no solo cambia nuestra nota, también cambia literalmente nuestro cerebro.

Conclusión

La neuroplasticidad demuestra que el cerebro está vivo, dinámico y en constante transformación. Como estudiantes de psicología, ver cómo la ciencia se conecta con la experiencia humana es profundamente motivador. Saber que podemos cambiar, sanar o crecer, no solo desde lo emocional, sino desde lo neurológico, nos da otra perspectiva sobre lo que significa ser humano. Quizá por eso esta frase de la clase nos marcó tanto: “El cerebro cambia, siempre”. Y lo más bonito de todo es que ese cambio también puede ser elegido y cultivado.

Por Daniel




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