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El ser humano siempre ha tenido la necesidad de conocerse a sí mismo, de comprender lo que siente, lo que piensa y lo que lo rodea. Desde los tiempos más antiguos ha observado el mundo con curiosidad, buscando explicaciones para cada fenómeno natural, social o personal. Esa búsqueda constante lo llevó a crear métodos de estudio para casi todo lo que experimenta: de ahí nacieron las ciencias. Y la mente humana, por supuesto, no podía quedar fuera de esa inquietud universal. Así nace la psicología: como un intento por entender científicamente el alma, la conducta y los procesos mentales.
El término “psicología” proviene del griego: psyche, que significa “alma” o “mente”, y logos, que puede traducirse como “tratado”, “conocimiento” o “estudio”. En los primeros tiempos, el alma se consideraba una entidad espiritual que habitaba en el cuerpo y guiaba las acciones. Por eso, cuando se hablaba del estudio del alma, en realidad se hacía referencia a lo que hoy conocemos como mente. Como bien afirman Papalia, Wendkos y Duskin (2005), “la psicología comenzó como una rama de la filosofía, cuando los primeros pensadores se preguntaban sobre la naturaleza del alma y su relación con el cuerpo” (Desarrollo humano, p. 35).
La psicología como disciplina tiene raíces profundas en dos campos distintos pero complementarios: la filosofía (que reflexiona sobre la mente, la moral y la existencia) y la fisiología (que estudia el cuerpo y su funcionamiento). Esta combinación se convirtió en el terreno fértil donde germinaría la psicología moderna. Fue el alemán Wilhelm Wundt quien marcó el punto de partida formal cuando, en 1874, fundó el primer laboratorio experimental de psicología en Leipzig. Este evento es considerado por muchos historiadores como el nacimiento oficial de la psicología como ciencia independiente.
Wundt se centró en estudiar los procesos mentales a través de la introspección controlada, intentando observar y analizar las sensaciones, percepciones y emociones básicas. Como se indica en el libro Historia de la psicología de Thomas Leahey (2004), “Wundt no solo institucionalizó la psicología, sino que también dio forma a una nueva forma de mirar el pensamiento humano: como objeto de observación sistemática” (p. 112).
A lo largo del siglo XX surgieron múltiples corrientes del pensamiento psicológico que ofrecieron respuestas distintas sobre cómo funciona la mente. El conductismo, impulsado por John B. Watson y más tarde por B.F. Skinner, propuso que la psicología debía limitarse al estudio de la conducta observable, dejando de lado la introspección. Para ellos, el comportamiento podía ser condicionado, aprendido y modificado con estímulos adecuados. Como escribió Skinner en Más allá de la libertad y la dignidad (1971), “la conducta no es producto de la voluntad interna, sino de las consecuencias que la siguen”.
En contraste, los psicólogos de la Gestalt propusieron que la mente percibe los estímulos como un todo, no como la suma de partes. Desde esta perspectiva, se interesaron en cómo el cerebro organiza la información visual, auditiva y emocional. “El todo es diferente a la suma de sus partes” fue su principio base. Por su parte, el psicoanálisis, desarrollado por Sigmund Freud, revolucionó la forma de comprender al ser humano, enfocándose en el inconsciente, los conflictos internos, los sueños y la sexualidad reprimida.
Además de estas corrientes, surgieron otras como la psicología humanista, representada por Carl Rogers y Abraham Maslow, que puso el foco en el potencial humano, la libertad personal y la autorrealización. Esta perspectiva trajo una visión más optimista de la naturaleza humana, en contraposición con los enfoques mecanicistas del conductismo o los aspectos conflictivos del psicoanálisis.
Con el avance de la tecnología, surgieron nuevas ramas como la psicología cognitiva, que estudia cómo pensamos, recordamos, resolvemos problemas y tomamos decisiones. Esta corriente retomó el interés por los procesos mentales internos, pero apoyándose en métodos científicos rigurosos. A su vez, el desarrollo de las neurociencias abrió paso a una comprensión más profunda de la relación entre mente y cerebro, consolidando la neuropsicología como un campo fundamental.
Hoy en día, la psicología se aplica en múltiples áreas: educación, salud mental, trabajo, deporte, marketing, derechos humanos, desarrollo comunitario, entre muchas otras. La psicología contemporánea ya no es una sola, sino una red de enfoques y herramientas que siguen evolucionando para adaptarse a una sociedad cambiante, con nuevos desafíos y formas de relacionarnos.
En futuras entradas, hablaré con más detalle sobre cada una de estas corrientes: desde el conductismo hasta la psicología positiva. También compartiré análisis de autores, casos famosos, reflexiones personales y experiencias como estudiante. La idea es construir un espacio para pensar la psicología en presente, pero sin olvidar su historia.
Por Jorge
Hasta luego...
aprendiste muy bien tu clase de Introducción a la Psicología =P
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